Oh viento, tú que pasas junto a nosotros, unas veces cantando suave y
dulcemente, otras sollozando y lamentándote: te oímos, pero no podemos verte.
Sentimos tu aliento, pero no podemos vislumbrar tu forma.
Eres como un océano de amor que engolfa nuestros espíritus, pero no los
ahoga.
Tú subes con las montañas y bajas con los valles, esparciéndote por las
campiñas y praderas. Hay fuerza en tu subida y delicadeza en tu bajada, y
gracia en tu dispersión.
Eres como un rey magnánimo, benigno para los oprimidos, pero severo para
los arrogantes y los fuertes.
En Otoño gimes a través de los valles y los árboles se hacen eco de tus
quejumbres. En Invierno quiebras nuestras cadenas y toda la naturaleza se
rebela contigo.
En Primavera te sacudes la modorra invernal, débil todavía y sin
fuerzas, y en tu leve rebullir comienzan a despertar los campos.
En Verano te escondes tras el velo del Silencio, como si te hubieras
muerto, agobiado por los rayos del Sol y los dardos de la canícula.
¿Te lamentabas por ventura en los últimos días de Otoño, o te reías ante
el rubor de los árboles desnudos?
¿Te encolerizabas en Invierno, o era que bailabas en torno a la tumba de
la Noche inmensamente cubierta de nieve?
¿Languidecías acaso en Primavera, o expresabas tu duelo por la pérdida
de tu amada, la juventud de todas las Estaciones?
¿Estabas por desgracia muerto en los días de invierno, o sólo dormías en
el corazón de los frutos, en los ojos de las viñas o en los oídos del trigo que
se trillaba en las eras?
Te levantas de las calles de las ciudades, portando los gérmenes de las
plagas; y desde los huertos propagas el aliento fragante de las flores. Así la
gran Alma conforma la tristeza de la vida y se incorpora en silencio a sus
alegrías.
En los oídos de la rosa susurras un secreto cuyo significado ella capta;
frecuentemente está entristecida, pero luego se alboroza y regocija. Lo mismo
hace Dios con el alma del Hombre.
Ya te detienes morosamente. Ya te apresuras de aquí para allá,
moviéndote sin cesar. Lo mismo es la mente del Hombre, que vive cuando está en
actividad y muere cuando se deja llevar por la pereza.
Escribes tus canciones sobre la
superficie de las aguas; y después las borras. Otro tanto hace el poeta cuando
está creando.
Del Sur llegas cálido como el Amor; y del
Norte, frío como la Muerte. De Oriente, como el toque del Alma; y del Poniente
con la violencia de la ira y de la Furia. ¿Eres tan cambiante como la Edad, o
eres el correo de nuevas noticias desde los cuatro puntos de la tierra?
Te encrespas sobre el desierto, aplastas
con tu pie a las caravanas inocentes, sepultándolas bajo montañas de arena.
¿Eres por ventura la misma brisa suave y juguetona que tiembla al amanecer
entre las hojas y las ramas, y se diluye como un sueño a lo largo de los
sinuosos valles, donde las flores se inclinan para saludarte, y los tallos de
la hierba se encorvan con los párpados pesados, cuando se intoxican con tu
aliento?
Surges de los océanos y sacudes sus
profundidades silenciosas con tu cabellera, y devoras en tu cólera las naves y
sus tripulaciones. ¿Eres acaso la misma aura sutil que acaricia los bucles de
los niños cuando andan jugando por su casa?
¿Adónde transportas nuestros corazones,
nuestros suspiros, nuestros alientos, nuestras sonrisas? ¿Qué haces con las
llameantes antorchas de nuestras almas?
¿Las llevas más allá del horizonte de la
Vida? ¿Las arrastras como víctimas propiciatorias a cavernas distantes y
horribles, para destrozarlas?
En la noche tranquila y sosegada, los
corazones te revelan sus secretos. Y al llegar la alborada, los ojos se abren a
tu gentil caricia. ¿Reparas en lo que ha sentido el corazón o visto los ojos?
Entre tus alas deposita el triste el eco
de sus melancólicas canciones, el huérfano los fragmentos de su despedazado
corazón, y el oprimido sus gemidos dolorosos.
Entre los pliegues de tu planto pone el
peregrino sus anhelos y su nostalgia, el abandonado su amargura, y la mujer
caída su desesperación.
¿Guardas todo esto que te entrega el
humilde en tu seguro seno? ¿O eres como la Madre Tierra que sepulta cuanto produce?
¿Escuchas estas quejumbres y lamentos?
¿Te haces eco por ventura de estos gemidos y del lloro de estos seres
angustiados? ¿O eres como los soberbios y los poderosos, que no ven la mano que
se extiende hacia ellos ni escuchan los gritos de los pobres?
¡Oh Vida! ¿De todo lo que escuchas qué
oyes?