La mujer que amó mi corazón estaba ayer sentada
en esta solitaria habitación, reposando su hermoso cuerpo sobre este diván de
terciopelo. Y bebía vino añejo en estas copas de cristal.
Pero es un sueño de ayer; porque la mujer a
quien amó mi corazón se ha ido a un lugar lejano... la Tierra del Olvido y del
Vacío.
Aún queda sobre mi espejo la huella de sus
dedos; y la fragancia de su aliento sigue todavía entre los pliegues de mi
ropa; y puede escucharse aún el eco de su dulce voz en esta habitación.
Pero la mujer que amó mi corazón ha ido a un
paraje remoto, que se llama Valle del Destierro y de la Amnesia.
Junto a mi lecho cuelga su retrato. He guardado
en un cofre de plata, incrustado de esmeraldas y coral, las cartas de amor que
me escribiera. Y todas estas cosas quedarán conmigo hasta mañana, cuando el
viento las arrebate hacia el olvido, donde sólo reina el silencio mudo.
La mujer que amé es como todas a las que habéis
entregado vuestros corazones. Es de una belleza extraña, como modelada por un
Dios; dulce como la paloma, astuta como la serpiente, elegantemente arrogante
como el pavo real, cruel como el lobo, esbelta como el blanco cisne y terrible
como la negra noche. Está plasmada enteramente de un puñado de tierra y de
esencias de espuma marina.
He conocido a esta mujer desde que era niño. La
he seguido por los campos y me he aferrado al ruedo de su vestido cuando
paseaba por las calles de la ciudad. La he conocido desde los días de mi
juventud y he contemplado la sombra vaga de su semblante en las páginas de los
libros que he leído. He escuchado su voz celestial en el murmullo del arroyo.
A ella abrí los desengaños de mi corazón y los
secretos de mi alma.
La mujer a quien ha amado mi corazón se ha
ausentado a un lugar frío, desolado y distante... Es la Tierra del Vacío y del
Olvido.
La
mujer a quien amara mi corazón se llama Vida.
Es de hermosura cautivadora, que arrastra hacia
sí los corazones de todos. Toma nuestras vidas en prenda y sepulta en promesas
nuestros anhelos.
La Vida es una mujer que se baña en los
charcos de lágrimas de sus amantes, y se unge con la sangre de sus víctimas.
Los atavíos con que se ciñe son blancos días, franjeados por las tinieblas de
la noche. Arrebata el corazón al hombre que la ama, pero no quiere entregarse
en matrimonio.
La Vida es una hechicera...
Que nos seduce con su beldad...
Pero el que sabe sus artimañas...
De sus embrujos escapará.